martes, 27 de junio de 2017

DEJAR DE PENSAR, ROBERT ADAMS


Los años pasan volando. Tu vida pasa volando. Antes de que te des cuenta estarás fuera de tu cuerpo y ¿dónde estarás? 
Si sabes quién eres, no estarás en ninguna parte. Si piensas que sabes quién eres, estarás en alguna parte.
A dónde vamos depende de nuestros pensamientos. 
La mente es la misma, incluso después de la así llamada muerte. Tus pensamientos determinan adónde vas.

Por ejemplo: Si crees en el cielo y el infierno. Si crees en el infierno más que en el cielo, te encontrarás después de salir de tu cuerpo en una situación infernal. Pero tú has creado esa situación. Nadie te envía allí. No hay nadie que te envíe a ningún lugar. Tú creas el lugar al que vas por lo que sabes.
Si crees que mereces ir al cielo te encontrarás en un lugar celestial. Pero eso es sólo por un corto tiempo. Entonces la ley del karma se hace cargo y te lleva donde se supone que debes estar. Puedes encarnar en este planeta de nuevo. O puedes ir a un planeta diferente.

Por lo tanto, la persona sabia, no quiere ir a ninguna parte.
La persona sabia nunca muere. Porque nunca ha nacido.
No hay ningún lugar adónde ir y no hay nada que hacer. Simplemente te fundes en la consciencia. Te conviertes en consciencia. Te conviertes en omnipresencia y siempre eres feliz.
No hay nacimiento y no hay muerte. No hay un ir y venir. No hay absolutamente nada. Pero la nada a la que me refiero se llama consciencia-dicha. La nada a la que me refiero es, tú no pierdes tu individualidad, tu individualidad se expande y te vuelves omnipresente.



Puede que hagas la pregunta, "¿Cómo puede la individualidad de cada uno expandirse de la misma manera? ¿Entonces habrá miles de millones de individualidades?" 
No, sólo hay una individualidad y ésta es el Ser (Sí mismo). Y ésta eres tú. Tú eres la Realidad Última. Pero ahora mismo con tu mente finita es difícil que lo comprendas. Es por eso que tienes que entender que tú no eres tu cuerpo-mente fenoménico. En cuanto te deshaces del concepto de cuerpo-mente eres libre.

Siempre y cuando creas que eres la consciencia del cuerpo-mente, estás bajo las leyes del karma. Y todo lo que le hagas a otra persona, vendrá de regreso a ti. Tendrás que pagar por todo. Todo lo que hagas a otra persona siempre vuelve.
La única libertad que tienes es comprender que tú no eres el cuerpo y guardar silencio o no reaccionar ante cualquier condición.

La mente nunca se detiene, siempre va de acá para allá. La mente no sabe la diferencia entre el cuerpo actuando o el cuerpo no actuando. La mente se mueve por los mismos pensamientos que tienes. Es sólo cuando los pensamientos paran, cuando cesan, que la mente deja de moverse. Y cuando la mente deja de moverse, todo el karma cesa.

Y cuando no hay karma, ya no tiene ningún poder sobre ti. No estás bajo ninguna ley. Así que no hay nada que puedas hacer y eres libre. Ya no hay nacimiento ni muerte para ti. Ya no hay ningún ir y venir. Tus acciones se convierten en acciones sin valor, ya que la acción sólo es vista por la persona inconsciente. En realidad, la persona consciente, despierta, no realiza ninguna acción.

Si quieres encontrar la libertad y la liberación en esta vida, tienes que ralentizar tu mente y parar tus pensamientos. Son tus pensamientos los que te mantienen en la esclavitud. La única cosa en que tus pensamientos piensan, es en el pasado y en el futuro. Pero de alguna manera tienes que llegar a estar centrado en el momento y llegar a ser totalmente espontáneo.

Sé que parece una especie de locura cuando se piensa en ello, porque te dices a ti mismo: "Bueno, ¿no tengo que planificar mi futuro? ¿No tengo que aprender las lecciones de mi pasado? ¿No tengo que trabajar hacia mi meta, lograr algo en este mundo?" 
Todas estas son tendencias humanas. Suena muy lógico cuando se piensa en ello. Pero date cuenta de lo que he dicho, "¡Cuando se piensa en ello!".

Ahora, ¿qué crees que pasaría si no tuvieras pensamientos?
Puedo asegurarte que tu vida sería mejor de lo que nunca ha sido en el mundo. Tendrías una vida mejor que la que has tenido en tu vida.

Cuando piensas, ¿qué es lo que piensas?
Piensas en tus comodidades corporales, piensas en comida, alojamiento, trabajo y dinero, salud y lo que sea. Son esos mismos pensamientos los que te mantienen alejado de tu mayor bien. Si fueras capaz de parar tu mente de pensar, un poder misterioso se haría cargo de todo y descubrirías que por no pensar estás en una mejor posición como nunca has estado en tu vida.
Pero cada vez que piensas te preocupas, ¿no? 
Te preocupas por el futuro, te preocupas por la crueldad del hombre hacia el hombre, te preocupas si tu relación va a durar, si vas a ser despedido de tu trabajo, si esto va a suceder, si aquello va a suceder. Esos mismos pensamientos causan que esas cosas sucedan.

Por lo tanto, te corresponde a ti girar la mente dentro de sí misma. Cuando la mente se vuelve hacia sí misma, reposa automáticamente en el centro del corazón. Y el centro del corazón no es más que la consciencia.
La consciencia es tu verdadera naturaleza. La consciencia es omnipresencia.
Entonces te conviertes como en una pantalla gigante. Una pantalla de cine universal gigante. Y todas las imágenes del mundo y el universo se superponen sobre ti. Despiertas al hecho de que eres la pantalla y la pantalla es la consciencia o pura conciencia. Y te das cuenta de que todo es una proyección de tu mente. Que todo es el Ser. Y puedes decir sinceramente: "Todo lo que contemplo es el Ser y yo soy eso".

Robert Adams  



(Publicado por Zully Rincón en Río Abierto)

lunes, 26 de junio de 2017

EL CAMPO QUE SOMOS


(Publicado por Tahíta)

Están surgiendo nuevas ideas que cuestionan todas nuestras creencias respecto a cómo funciona nuestro mundo y nuestra manera de definirnos a nosotros mismos. Se están haciendo descubrimientos que prueban lo que siempre ha dicho la religión: que los seres humanos somos mucho más que un simple ensamblaje de carne y huesos. Ésta nueva ciencia responde las preguntas que han tenido perplejos a los científicos durante cientos de años. En su aspecto más profundo, ésta es una ciencia de lo milagroso.
Respetados científicos de muy diversas disciplinas han llevado a cabo experimentos bien diseñados cuyos resultados dejan perplejos a los biólogos y a los físicos. En conjunto, estos estudios nos ofrecen abundante información respecto a la fuerza central que organiza y gobierna nuestros cuerpos y el resto del cosmos.
En nuestro aspecto más elemental, no somos una reacción química, sino una carga energética. Todos los seres vivos son una configuración energética dentro de un Campo de energía conectado con todas las demás cosas del mundo. Este campo de energía pulsante es el motor central de nuestro ser y de nuestra conciencia, el alfa y el omega de nuestra existencia.
No existe una relación dual «yo»/«no yo» entre nuestros cuerpos y el resto del universo, sólo hay un campo energético subyacente. Este campo es responsable de las funciones más elevadas de nuestra mente, y es la fuente de información que guía el crecimiento de nuestros cuerpos. Es nuestro cerebro, nuestro corazón, nuestra memoria: es en todo momento un anteproyecto del mundo. Más que los gérmenes o los genes, el Campo es la fuerza que determina finalmente si estamos sanos o enfermos, y es la fuerza con la que debemos contactar para curarnos.
Estamos vinculados e involucrados, somos inseparables de nuestro mundo y nuestra única verdad fundamental es nuestra relación con él.
“El campo”, como dijo Einstein en una ocasión, es la única realidad.
Hasta el presente, la biología y la física han sido sirvientas de los puntos de vista expuestos por Isaac Newton, el padre de la física moderna. Todo lo que creemos sobre nuestro mundo y el lugar que ocupamos dentro de él se deriva de ideas formuladas en el siglo XVII que presentan los elementos del universo como si fueran divisibles, como si estuvieran aislados unos de otros y completamente autocontenidos.
Dichas ideas han creado una visión del mundo basada en la separación. Newton describió un mundo material en el que las partículas individuales de materia seguían ciertas leyes de movimiento a través del espacio y del tiempo: pensó en el universo como si fuera una gran máquina. Antes de que Newton formulara sus leyes del movimiento, el filósofo francés Rene Descartes enunció la que en su tiempo era una noción revolucionaria, que nosotros ­representados por nuestras mentes­ estábamos separados de esta materia inerte y sin vida de nuestros cuerpos, que no eran sino otra máquina. El mundo estaba compuesto por una serie de pequeños objetos discretos que se comportaban previsiblemente.
El más separado de ellos era el ser humano. Nosotros estábamos fuera del universo y lo observábamos.
Hasta nuestros cuerpos estaban separados de algún modo y eran otra cosa distinta de nosotros mismos, las mentes conscientes que realizaban la observación.
El mundo newtoniano podía seguir ciertas leyes, pero en último término era un lugar solitario y desolado. El enorme engranaje del mundo seguiría adelante tanto si nosotros estábamos presentes como si no. Con unos cuantos movimientos hábiles, Newton y Descartes arrancaron a Dios y a la vida del mundo de la materia, y a nosotros y nuestras conciencias del centro de nuestro mundo.
Arrancaron el corazón y el alma del universo, dejando tras su paso una colección inerte de piezas interconectadas. Y, sobre todo, como dice Danah Zohar en TbeQuantum Self. : «La visión de Newton nos desgarró del tejido universal».
Nuestra autoimagen se hizo aún más tétrica con el trabajo de Charles Darwin. Su teoría de la evolución habla de una vida aleatoria, predadora, solitaria y carente de propósito. Sé el mejor o no sobrevivirás. No eres más que un accidente evolutivo. El vasto legado biológico de tus antepasados, complejo como un tablero de ajedrez, se ve reducido a un único factor central: la supervivencia. Come o sé comido. En esencia, la humanidad es un terrorista genético que se deshace eficazmente de los eslabones más débiles. La vida no tiene que ver con el compartir y la interdependencia, sino con ganar, con llegar el primero. Y si consigues sobrevivir, te encuentras solo en la copa del árbol evolutivo.
Estos paradigmas ­el mundo como máquina, el hombre como máquina superviviente­ nos han conducido a un dominio tecnológico del universo, pero sabemos muy pocas de las cosas realmente importantes para nosotros. A los niveles espirituales y metafísicos, nos han llevado a una sensación de aislamiento más desesperada y brutal. Y tampoco nos han acercado a la comprensión de los misterios más fundamentales de nuestro propio ser: cómo pensamos, cómo comienza la vida, por qué enfermamos, cómo una única célula acaba dando una persona plenamente formada y qué le pasa a nuestra conciencia humana cuando morimos.
Seguimos siendo apóstoles renuentes de estas visiones de un mundo mecánico y separado, aunque no formen parte de nuestra experiencia cotidiana. Muchos buscamos refugio de lo que consideramos los hechos más implacables y nihilistas de nuestra existencia en la religión, que puede ofrecernos algún auxilio en sus ideales de unidad, comunidad y propósito, pero a través de una visión del mundo que contradice la adoptada por la ciencia. Cualquiera que haya querido adentrarse en la vida espiritual habrá tenido que esforzarse infructuosamente por conciliar estas visiones opuestas del mundo.
Deberíamos habernos deshecho de este mundo de separación de una vez por todas con el descubrimiento de la física cuántica a comienzos del siglo XX. A medida que los pioneros de la física cuántica entraban en el corazón mismo de la materia, lo que veían los dejaba anonadados.Las partículas más pequeñas de la materia ni siquiera eran materia tal como la conocemos, ni siquiera un algo establecido, sino que a veces eran una cosa y otras veces otra completamente diferente.

Y lo que es aún más extraño, a menudo eran varias cosas diferentes a la vez. Pero lo más significativo de todo es que estas partículas subatómicas no tienen sentido aisladas unas de otras, tan sólo en relación con todo lo demás. Al nivel más fundamental, la materia no puede ser dividida en pequeñas unidades autocontenidas, sino que es completamente indivisible. Sólo podemos entender el universo como una trama de interconexiones. Las cosas que estuvieron alguna vez en contacto siguen estando en contacto a lo largo del espacio y del tiempo. Evidentemente, el tiempo y el espacio mismo parecen construcciones arbitrarias, inaplicables a este nivel de la realidad. De hecho,el tiempo y el espacio no existen tal como los conocemos. Todo lo que aparece­ hasta donde el ojo puede ver­ es el gran paisaje del aquí y ahora.
Los pioneros de la física cuántica tuvieron algunos atisbos del territorio metafísico en el que se estaban adentrando. Si los electrones están conectados simultáneamente con todo, esto implica algo profundo respecto a la naturaleza del mundo en general. En su intento de entender la verdad profunda del extraño mundo subatómico que estaban observando, se dirigieron a los textos filosóficos clásicos. Pauli estudió el psicoanálisis,los arquetipos y la cábala; Bohr el tao y la filosofía china; Schródinger la filosofía hindú, y Heisenberg las teorías platónicas de la antigua Grecia. No obstante, seguían sin llegar a una teoría coherente sobre las implicaciones espirituales de la física cuántica.
Había otro asunto inconcluso de orden muy práctico en torno a la teoría cuántica. Bohr y sus colegas sólo llegaron hasta cierto punto en sus experimentos y comprensión. Habían realizado sus experimentos para demostrar los efectos cuánticos en el laboratorio, con partículas subatómicas no vivientes. A partir de ahí, los científicos que siguieron su estela asumieron de manera natural que este extraño mundo cuántico sólo existía en el mundo de la materia muerta. Las cosas vivas seguían operando según las leyes de Newton y Descartes, una visión que ha informado a toda la medicina moderna y la biología. Hasta la bioquímica depende de las fuerzas y colisiones newtonianas.

¿Y qué pasa con nosotros? De repente, nos habíamos convertido en parte fundamental de todos los procesos físicos, pero nadie lo había reconocido plenamente. Los pioneros cuánticos descubrieron que nuestra relación con la materia era crucial. Las partículas subatómicas existían en un estado potencial abierto a todas las posibilidades hasta que nosotros las alterábamos ­al observarlas o medirlas­ y en ese momento se convertían,por fin, en algo real. Nuestra observación,­ nuestra conciencia humana­ era fundamental para que este flujo subatómico se convirtiera en una cosa fija, pero nosotros no estábamos incluidos en las fórmulas matemáticas de Heisenberg o Schródinger. Ellos se dieron cuenta de que, en cierto sentido, nosotros somos la clave, pero no sabían cómo incluirnos.
En lo tocante a la ciencia, seguíamos siendo observadores externos.
Todas estas hebras sueltas de la física cuántica nunca llegaron a atarse en una teoría coherente, y la física cuántica quedó reducida a una herramienta tecnológica extraordinariamente importante, vital para fabricar bombas e ingenios electrónicos modernos. Las implicaciones filosóficas se olvidaron, y sólo quedaron sus ventajas prácticas. El grueso de los físicos modernos estaba dispuesto a aceptar la curiosa naturaleza del mundo cuántico tal como había sido expuesta porque sus bases matemáticas funcionan a la perfección, pero se negaban a reconocer los aspectos intuitivos asociados.
¿Cómo podían los electrones estar en contacto con todas las cosas simultáneamente?
¿Cómo era posible que un electrón no fuera algo fijo y definido hasta ser examinado o medido?
En definitiva, ¿cómo podían las cosas del mundo ser algo concreto si eran una quimera en cuanto empezabas a mirarlas más de cerca?
Su respuesta fue afirmar que había una verdad para las cosas pequeñas y otra verdad para las grandes, una verdad para las cosas vivas y otras para las inertes, y que se debían aceptar estas aparentes contradicciones tal como se aceptan los axiomas básicos de las leyes de Newton. Así son las reglas del mundo y se deben aceptar sin cuestionamiento. Las matemáticas funcionan, y eso es todo lo que cuenta.
Un pequeño grupo de científicos de todos los confines del globo se sentían insatisfechos limitándose a recitar de memoria los axiomas de la física cuántica. Pedían una respuesta mejor a muchas de las grandes preguntas que habían quedado sin respuesta. Retomaron sus investigaciones y experimentos desde el punto al que habían llegado los pioneros dela física cuántica, y empezaron a cavar más hondo.
Algunos de ellos volvieron a interesarse por unas pocas ecuaciones que siempre habían sido sustraídas de la física cuántica. Estas ecuaciones representaban el Campo Punto Cero: un océano de vibraciones microscópicas en el espacio existente entre las cosas.


Y se dieron cuenta de que, si se incluía el Campo Punto Cero en nuestra concepción de la naturaleza fundamental de la materia, los cimientos mismos de nuestro universo eran un mar pulsante de energía: un vasto campo cuántico.
Si esto era cierto, todo estaba conectado con todo lo demás en una trama invisible.
También descubrieron que estamos hechos del mismo material básico. A nuestro nivel más fundamental, los seres vivos, incluyendo los humanos, somos paquetes de energía cuántica intercambiando información constantemente con este inextinguible mar de energía. Las cosas vivas emitimos una radiación débil, y éste es el aspecto más crucial de los procesos biológicos. La información respecto a todos los aspectos de la vida, desde la comunicación celular hasta la gran variedad de controles del ADN, se transfiere por medio de un intercambio de información a nivel cuántico. Incluso nuestras mentes, eso otro aparentemente tan alejado de las leyes de la materia, opera siguiendo procesos cuánticos. Pensar, sentir todas las funciones cognitivas superiores­ tienen que ver con información cuántica pulsando simultáneamente a través de nuestro cuerpo y nuestros cerebros. La percepción humana se produce por interacciones entre las partículas subatómicas de nuestros cerebros y el mar de energía cuántica. Literalmente resonamos con nuestro mundo.
Sus descubrimientos eran extraordinarios y heréticos. De un solo golpe cuestionaron muchas de las leyes más básicas de la biología y de la física. Lo que podrían haber encontrado era nada menos que la clave de todo el procesamiento e intercambio de información que se produce en nuestro mundo; desde la comunicación entre células hasta la percepción del mundo en general. Habían dado respuestas a algunas de las preguntas más profundas de la biología respecto a la morfología humana y a la conciencia de los seres vivos. Allí, en el denominado espacio «muerto», residía la clave de la vida misma.
Y lo que es más fundamental, nos proporcionaron pruebas de que todos nosotros estamos conectados unos con otros y con el mundo desde el fundamento mismo de nuestro ser. Por medio de experimentos científicos demostraron que puede haber una fuerza de vida fluyendo por el universo, algo que ha sido definido con diversos nombres, como conciencia colectiva o Espíritu Santo, que es como los teólogos la denominan. Ofrecieron una explicación plausible de muchas áreas en las que el ser humano ha tenido fe durante siglos ­aunque nunca ha contado con pruebas sólidas o descripciones adecuadas ­ desde la efectividad de la medicina alternativa y la oración hasta la vida después de la muerte. Nos ofrecían, por así decirlo, una ciencia de la religión.
A diferencia de la visión del mundo propuesta por Newton o Darwin, la suya es una visión que potencia la vida. Éstas son ideas que pueden fortalecernos, ideas que implican control y orden. No somos simples accidentes de la naturaleza. Hay propósito y unidad con relación a nuestro mundo y a nuestro lugar en él, y nosotros tenemos algo importante que decir. Lo que hacemos y pensamos importa: de hecho, nuestra participación es crucial en la creación de nuestro mundo.
Los seres humanos no estamos separados unos de otros.
Ya no cabe separación entre «nosotros y ellos». Ya no estamos en la periferia del universo mirando desde fuera. Podemos asumir nuestro justo lugar, volvemos a estar en el centro del mundo.
Estas ideas han sido motivo de deslealtades. En muchos casos estos científicos han tenido que librar una batalla en la retaguardia contra un mundo convencional que les es hostil. Sus experimentos atacan una serie de principios considerados sagrados que forman el núcleo mismo de la ciencia moderna. No encajan con la visión prevaleciente del mundo: el mundo como una máquina.
Reconocer estas nuevas ideas exigiría borrar buena parte de las creencias de la ciencia moderna y, en cierto sentido,volver a empezar desde cero. La vieja guardia no está dispuesta a ello. Como las nuevas ideas no encajan en su visión del mundo, deben de estar equivocadas.
Sin embargo, ya es demasiado tarde. La revolución es imparable. Los científicos mencionados son tan sólo algunos de los pioneros, unos pocos representantes de un gran movimiento.
Detrás de ellos hay muchos otros, cuestionando, experimentando, modificando sus visiones, involucrados en el trabajo en el que participan todos los verdaderos exploradores. En lugar de descartar esta información porque no encaja en la visión científica del mundo, la ciencia ortodoxa tendrá que empezar a adaptar su visión del mundo. Ya es tiempo de relegar a Newton y Descartes al lugar que les corresponde, al de profetas de una visión histórica que ahora ha sido sobrepasada.
La ciencia sólo puede ser un proceso de comprender nuestro mundo y de comprendernos a nosotros mismos, y no un conjunto fijo de reglas eternas. Con la llegada de lo nuevo, a menudo es necesario descartar lo viejo.
Ésta es la historia de esta revolución en ciernes. Como muchas revoluciones, empezó con pequeños brotes de rebelión que han ido acumulando fuerza e impulso individual ­una innovación en un área, un descubrimiento en otra­ más que ser un gran movimiento unificado de reforma. Aquí hablamos de hombres y mujeres que trabajan en laboratorios y, aunque son conscientes de la labor de los demás, a menudo les disgusta aventurarse más allá de la experimentación para examinar todas las implicaciones de sus descubrimientos, y no siempre disponen del tiempo necesario para comparar sus resulta dos con los de otros estudios científicos que van saliendo a la luz. Cada científico ha emprendido un viaje de descubrimiento, y cada uno de ellos ha descubierto una parcela de tierra, pero nadie ha tenido el atrevimiento de declararla un continente.
Éste representa uno de los primeros intentos de sintetizar estas investigaciones separadas en una totalidad coherente. Entre tanto, también proporciona validación científica a algunas áreas que durante mucho tiempo han sido dominio de las religiones, del misticismo, de la medicina alternativa o de la especulación de la Nueva Era.
Estos textos están dirigidos a hacer comprensibles nociones muy complicadas, a menudo teniendo que echar mano de metáforas que sólo representan una cruda aproximación a la verdad. A veces, las ideas radicalmente nuevas que se exponen exigirán paciencia, y no puedo garantizar que los textos serán fáciles de leer. Acostumbrados a pensar que todas las cosas del mundo están separadas, hay una serie de nociones que resultarán muy difíciles.
Sin embargo, es necesario que comencemos a avanzar por sobre la fragmentación anterior para comprender de qué forma SOMOS UNO.

*(Material resumido de los escritos de Lynne McTaggart)
**(Las partes resaltadas y en negritas no se encuentran resaltadas en el material original, son apreciaciones personales)


domingo, 25 de junio de 2017

5 razones para Meditar- Pema Chödrön


(Publicado en “Shambhala Sun”, y traducido del inglés por Tahíta)

La mente es muy salvaje. La experiencia humana está llena de imprevisibilidad y paradójicamente, de alegrías y tristezas, éxitos y fracasos. No podemos escapar de ninguna de estas experiencias en el vasto terreno de nuestra existencia. Es parte de lo que hace la vida más vasta y también es la causa de que nuestra mente corra tan locamente. Si podemos entrenarnos a través de la meditación para ser más abiertos y más tolerantes en el abanico de nuestra experiencia, si podemos aceptar las dificultades de la vida y conducir nuestra mente, podemos llegar a ser más estables y relajados en medio de lo que la vida nos trae.

Hay muchas maneras de trabajar con la mente. Una de las más efectivas es a través de la meditación sentados. Ella nos abre a cada momento de nuestra vida. Cada momento es totalmente único y desconocido. Nuestro mundo mental es aparentemente predecible y aprehensible. Creemos que pensar en todos los eventos y las tareas pendientes de nuestra vida nos dará seguridad. Pero es toda una fantasía, y este mismo momento, sin superposición conceptual, es completamente único. Es absolutamente desconocido. Nosotros nunca hemos experimentado este mismo momento antes, y al momento siguiente no será el mismo del que nos encontramos ahora. La meditación nos enseña cómo relacionarnos con la vida directamente, por lo que realmente podemos experimentar en el momento presente, sin superposición conceptual.

No meditamos para estar cómodos. En otras palabras, nosotros no meditamos sentirnos bien todo el tiempo. Me imagino las ondas de choque que pasan a través de ustedes mientras leen esto, porque muchas personas vienen a la meditación simplemente para sentirse mejor. Sin embargo, el propósito de la meditación tampoco es sentirse mal. Más bien, la meditación nos da la oportunidad de lograr una apertura, una atención compasiva ante lo que está pasando. El espacio de la meditación es como el vasto cielo, lo suficientemente amplio como para dar cabida a cualquier cosa que surja.

En la meditación, los pensamientos y las emociones pueden llegar a ser como nubes que llegan y desaparecen. Lo bueno y lo confortable, lo agradable y lo dificultoso o doloroso. Todo esto va y viene. Así que la esencia de la meditación es entrenarse en algo que no es habitual: y eso es quedarnos con nosotros mismos, no importa lo que esté sucediendo, sin poner etiquetas de bueno y malo, correcto e incorrecto, puro e impuro a nuestra experiencia.

Si la meditación fuera simplemente sentirse bien (y creo que todos nosotros en secreto teníamos esa esperanza), a menudo sentiríamos que algo debemos estar haciendo mal. Porque a veces, la meditación puede ser una experiencia difícil.

Una experiencia muy común del meditador, en un día típico o un retiro típico, es de aburrimiento, inquietud, dolor en las rodillas .Hasta mentalmente podríamos sentirnos incómodos. En cambio, la meditación trata de una apertura compasiva y de la capacidad de estar con uno mismo en cualquier situación y experiencia. En la meditación, estamos abiertos a lo que la vida presenta. Es tocar la tierra y volver a estar aquí. Si bien algunos tipos de meditación pretenden lograr estados especiales y de alguna manera trascender o elevarse por encima de las dificultades de la vida, el tipo de meditación en que me he entrenado y de la que estoy hablando aquí es para despertar plenamente a nuestra vida…es acerca de cómo abrir el corazón y la mente a las dificultades y a las alegrías de la vida tal como es. Y los frutos de este tipo de meditación son ilimitados.

Cuando meditamos, estamos nutriendo cinco cualidades que empiezan desarrollarse durante los meses y años de práctica. Puede que le resulte útil conectarte con estas cualidades cuando te preguntas, ¿Por qué estoy meditando?

Firmeza

Lo primero que estamos haciendo cuando meditamos es cultivar y nutrir la firmeza para con nosotros mismos. Hablé con alguien sobre esto una vez, y me preguntó: ¿Es ésta firmeza como un tipo de lealtad? A qué estamos siendo fieles? A través de la meditación, estamos desarrollando lealtad hacia nosotros mismos. Esta constancia que cultivamos en la meditación se traduce inmediatamente en lealtad a uno mismo en las experiencias de vida.

Firmeza significa que cuando te sientas a meditar y te permites experimentar lo que está pasando en ese momento, que podría ser que tu mente vaya a cien kilómetros por hora, que tu cuerpo esté retorciéndose, que golpeen tu cabeza, que tu corazón esté lleno de miedo: lo que surja… te quedas con la experiencia. Eso es todo. A veces te puedes sentar allí durante una hora sin lograr nada. Entonces podrías decir que fue una mal sesión de meditación. “Acabo de tener una sesión de meditación mala”. Pero la voluntad de sentarte allí durante diez minutos, quince minutos, veinte minutos, media hora, una hora, todo el tiempo que estuviste allí: este es un gesto compasivo de la fidelidad o firmeza hacia ti mismo.

Tenemos una tendencia a poner una gran cantidad de etiquetas, opiniones y juicios en la parte superior de lo que está pasando. Lealtad, firmeza a ti mismo, significa soltar esas etiquetas u opiniones. Así que, en cierto modo, parte de la firmeza es que cuando notas que tu mente va a un millón de kilómetros por hora y estás pensando en todo tipo de cosas, hay algo auténtico que simplemente sucede sin ningún esfuerzo: te quedas con tu experiencia, la aceptas. En la meditación, desarrollas esta cualidad de fomentar la lealtad, la constancia y perseverancia hacia ti mismo. Y a medida que aprendemos a hacer esto en la meditación, nos volvemos más capaces de perseverar en todo tipo de situaciones fuera de nuestra meditación, o lo que llamamos postmeditacion.

Visión clara

La segunda cualidad que generamos en la meditación es ver claramente, que es similar a constancia. A veces a esto se le llama clara conciencia. A través de la meditación, desarrollamos la habilidad de “pescarnos” en situaciones en las que nos endurecemos ante las circunstancias y personas, o de alguna manera nos cerramos a la vida.

Empezamos a captar desde el inicio, cadenas de reacciones neuróticas que limitan nuestra capacidad de experimentar alegría o conectarnos con otros. Se podría pensar que estamos sentados en meditación, tan tranquilos y quietos, concentrados en la respiración, que no notamos ni vemos nada. Pero en realidad es todo lo contrario. A través de este desarrollo de la constancia, este aprender a permanecer en meditación, empezamos a cultivar una claridad objetiva de solo ver, sin prejuicios. Los pensamientos vienen, las emociones vienen, y podemos verlos siempre claramente.

En la meditación, te estás moviendo más y más hacia ti mismo, y comienzas a entenderte mucho más claramente. Comienzas a ver claro, sin un análisis conceptual, ya que con la práctica regular, ves lo que estás haciendo, una y otra vez. Pasas la misma película una y otra y otra vez en tu mente. El nombre de la pareja puede ser diferente, el empleador puede ser diferente, pero los temas son un tanto repetitivos.

La meditación nos ayuda a vernos con claridad a nosotros mismos y a los patrones habituales que limitan nuestra vida. Comenzamos a ver nuestras opiniones con claridad…nuestros juicios…nuestros mecanismos de defensa. Profundiza la comprensión de nosotros mismos.

Coraje

La tercera cualidad que cultivamos en la meditación ocurre cuando nos permitimos sentarnos en meditación con nuestra angustia emocional. Creo que es importante establecer esto como una cualidad independiente que se desarrolla en la práctica, porque cuando experimentamos estrés emocional en la meditación (y lo haremos), a menudo nos sentimos como que estamos haciendo algo mal. De modo que la tercera cualidad que se desarrolla es la valentía, el surgimiento gradual de coraje. Creo que la palabra gradual aquí es muy importante, ya que puede ser un proceso lento. Pero con el tiempo, desarrollarás el coraje ante el malestar emocional, así como ante las pruebas y tribulaciones de la vida.

La meditación es un proceso de transformación, en lugar de un cambio mágico de imagen en el que tenazmente intentamos cambiar algo de nosotros mismos. Cuanto más y más abiertamente la practicamos, más valentía desarrollamos en nuestra vida.

En la meditación nunca sentimos que lo logramos.Sentimos que nos relajamos lo suficiente como para experimentar lo que siempre ha estado dentro de nuestro. A veces llamo a este proceso: gracia transformadora. Porque cuando estamos desarrollando este valor, en el que permitimos que toda la gama de las emociones se produzca, podemos ser tocados por un insight (toque de lucidez, iluminación). Esto no llega por tratar de averiguar lo que está mal en nosotros o lo que está mal en el mundo. Estos momentos de discernimiento provienen del hecho de sentarnos en meditación, lo que requiere coraje… un valor que crece con el tiempo.

Por medio de este valor, se nos da la gracia de un cambio en nuestra visión del mundo, aunque sea muy leve. La meditación nos permite ver algo nuevo que nunca hemos visto antes o entender algo nuevo que nunca hemos entendido. A veces llamamos a estos dones: bendiciones de la meditación. Aprendemos cómo apartarnos de nuestro propio camino el tiempo suficiente como para que haya espacio para que nuestra propia sabiduría se manifieste, y esto sucede porque no estamos reprimiendo más esta sabiduría.

Al desarrollar el coraje para experimentar sufrimiento emocional en el nivel más difícil, podemos estar sentados allí con él, en meditación, sintiendo un gran confort interior. Porque en ese momento, cuando no estamos identificados con esa montaña de emociones, comenzamos a tomar contacto con el sentimiento, la energía subyacente tras las emociones. Comenzamos a dejar de lado las palabras, las historias, lo mejor que podemos, y permanecemos sentados allí. Una parte de nosotros quiere seriamente despertar y abrirse.

Experimentar nuestra angustia emocional y cultivar todas estas cualidades de perseverancia, visión clara y valor, realmente sacude nuestros patrones habituales. Por eso la meditación relaja nuestros condicionamientos, afloja la forma en que nos adherimos a ellos, la manera en que perpetuamos nuestro sufrimiento.

Atención

La cuarta cualidad que desarrollamos en la meditación es algo que he estado tocando todo el tiempo, y que es la capacidad de estar despiertos a la vida, a cada momento, tal y como es. Esta es la esencia absoluta de la meditación. Desarrollamos atención a este momento, aprendamos a estar sólo aquí. Y tenemos un montón de resistencia a estar aquí!

Cuando empecé a practicar, pensé que no estaba bien. Me tomó un tiempo darme cuenta de que tenía una gran cantidad de resistencia a estar aquí y ahora.

Sólo estar aquí; la atención sobre este mismo momento no nos proporciona ningún tipo de seguridad o previsibilidad. Pero cuando aprendemos a relajarnos en el momento presente, aprendemos a relajarnos con lo desconocido.

La vida nunca es predecible. Usted puede decir: Oh, me gusta lo impredecible, pero que esto suele ser cierto sólo hasta cierto punto, siempre y cuando la imprevisibilidad sea sobre algo divertido y aventurero. El aceptar el momento presente y lo desconocido, es algo muy poderoso para los que quieran despertar y abrir su corazón y su mente. El momento presente es el fuego generativo de nuestra meditación. Es lo que nos impulsa hacia la transformación. En otras palabras, el momento presente es el combustible para nuestro viaje personal. Si usted pregunta por qué meditamos, yo diría que entre otras cosas, podemos llegar a ser más flexible y tolerantes con el momento presente.

No es Gran Cosa

La quinta y última cualidad respecto a por qué meditamos es lo que yo llamo un gran problema. Que es lo que quiero decir cuando digo que llegamos a ser flexibles al momento presente.
Sí, con la meditación podemos experimentar visión profunda, o la magnífica sensación de gracia o bendición, o el sentimiento de transformación y el valor recién descubierto, pero entonces: no es gran cosa.

Esta fue una de las más grandes enseñanzas de mi maestro, Chögyam Trungpa Rinpoche: no es gran cosa.

Me acuerdo que una vez fui a él con lo que me pareció una experiencia muy fuerte en mi práctica. Yo estaba muy emocionada, y mientras le estaba contando acerca de esta experiencia, él me solo me miraba. Era una especie de mirada indescriptible, una mirada muy abierta. Y cuando le estaba relatando acerca de esto, me tocó la mano y dijo: “ No es gran cosa”. Él no me estaba diciendo que estaba mal, ni bien. Él me estaba diciendo que estas cosas sucedan y pueden transformar nuestra vida, pero al mismo tiempo que no hiciera tanto escándalo por ello, porque eso lleva a la arrogancia y al orgullo, a una sensación de ser especial. Por otro lado, haciendo mucho escándalo acerca de nuestras dificultades, vamos por la dirección opuesta, que nos lleva a la pobreza, la auto-denigración, y a una baja opinión de nosotros mismo.

La meditación nos ayuda a cultivar este sentimiento de “No es nada del otro mundo”, no como una declaración cínica, sino como un estado de humor y flexibilidad.

Lo vemos todo, y esto nos permite amarlo todo.


Pema Chödrön